jueves, 24 de julio de 2025


No me reconcilio con esta era: la era de las letras rotas, del arte descompuesto, del camino abstracto de los desaciertos. Todo se encamina hacia el predecible y trágico final del éxito sin triunfo. El tiempo se escurre entre mis dedos y no hallo consuelo en lo que otros proclaman como proezas.

Y entonces suena esa melodía...
La que hace que el viento mueva el horizonte, que revela las noches devoradas por la verdad del recluso y los días que esta ensombreció. En una jaula de mil barrotes se silencia la voz interior, esa que guarda todas las llaves y podría liberar el alma de su juicio final.

Allá, donde los árboles se mecen, en el valle que se inunda de un fondo gris y despierta con un césped verde, es cuando la imaginación nos devuelve, una vez más, a los años 2000.
A esos paisajes que simulaban la vida, como una pintura que maquillaba los deslucidos y desperfectos de la adolescencia... esa época de desolación y perspectivas inciertas.

En el horizonte, como un libro que no logra desprenderse del tedio irremediable tras un prólogo mejor que su final. 

Amigo, no sé si me recuerdes.
Encuéntrame a mitad del camino, en medio de esta persecución que nos sucede, con la misma claridad de aquel ayer: como lámpara encendida en los reductos oscuros de pasillos sin salida. De lo negro y lo blanco a mi tono de piel.

¿Te acuerdas cuando solo un auricular funcionaba y la música sonaba mejor que nunca?
Cuando una pluma bastaba para creer que dos hojas de papel podían decir más que quince años de sueños consumados.

Y, aunque volvamos a recorrer aquellos momentos,
ya no somos los mismos.
Nunca lo volveremos a ser. Sí aún recuerdas. 

jueves, 12 de octubre de 2023

El corredor




Introitus

Cerraduras que reflejaban la luz de la ventana, sobrecogida entre las sabanas y un sueño profundo la encerraban en aquel cuarto, el ensueño y delirio, en este silencio detrás de la puerta, mi subconsciente muriendo en la esperanza de todos los días contados esperando sin dormir. Cada día más deteriorada, sintiendo los estragos de una mente desbordada, acallada, tan solo invadida por ideas que la vencen y no ceden, se apoderan. En el vacío de la oscuridad sigue habiendo voces, el silencio tiene su propio idioma, pero este solo es el atavío de la noche dedicado a aquellos que ya no temen al escrutinio de lo oculto. Entre paredes y puertas que te sepultan. Te corrompen en la luz perpetua. Te sugieren desatarte de las cadenas de la cordura. Con ellas las frases que solo insisten mientras yo callo. 

Las miradas fugaces en los pasillos y el comedor siguen sin repetirse, siguen sin aparecer siquiera en sueños. Mientras la chimenea arde, bocanadas de humo salen de mi pipa, llevo en mano una pluma que tenía desde hacía aquel aniversario donde todo se torno rojo. Lacre quedó encarnado en las manos con los sellos del mismo color que ensucio el vidrio del espejo, donde tus venas se habían desterrado de su sepulcro, habías caído en el saco de lona cuyas puntas caían elegantes sobre tu pecho, un lastre sobre mis hombros desde entonces llevo. Tú juicio y el mio. Ascendemos de una historia complicada. El más exquisito de los seres humanos, tiene sus propias locuras.

...

martes, 25 de abril de 2023






Sentir, mirar y no decir

 


Siendo la causa de los terribles desencuentros, la marea que lo cubre todo por la mañana y se conserva en el silencio al entrar a la habitación. Siempre las mismas miradas, el mismo pelo en las cabezas al atravesar el salón con rostros de espaldas, los mismos sonidos que tan de memoria conozco, los mismos gestos de la misma gente, todo en aquella rutina en la que se repite el mismo ritual, todo que parece el mismo destino todos los días. 

Nota mental:

Miro sus ojos gris-verdosos-marrones sobre globos brillosos, su misma boca en la fotografía todos los días por la mañana. Hablo contigo, río contigo y pienso en ti en silencio.

El sollozo y las reacciones de la lastimosa risa en estruendo cursan en la que duran dos horas, en las que mi hito va desvaneciendo a lo lejos, cada vez más ajeno de este plano donde mis pies se mueven inquietos, donde se encorva mi espalda al sentarse como queriendo alcanzar mi frente la superficie de la mesa, aquella sensación en la que se pierde la mirada y se esconden las sonrisas, miro la carpeta donde en el cielo acuarela y la roca más grande en la que nos hemos sentado se sentía la briza del bosque.

Nada parece poderse sentir sin mirar, y nada se puede mirar igual sin tocarlo, el alma habla a través de lo táctil y la energía convulsa se mueve a través de la mirada, pues los cuadros que vemos, los colores que se mezclan en las paredes pintadas y las ventanas que iluminan los pasillos, el diseño de los mosaicos en el piso, los objetos materiales (como también pertenecen a la carne) son, sin embargo, manifestaciones del alma, ya que el alma no puede manifestarse a nuestros ojos sino por medio de materia, eso en una precariedad, pero también en una curiosa sutileza, una huella por donde transitamos.

La materia que mueve materia

Camina con inercia, piensa por inercia, por el empuje del tiempo, por el ayer que no fue sino consuelo de la noche antes dormir. Come, grita, duerme (apenas), sueña (en terror), despierta y continua, mirando, sintiendo en silencio.

La pieza de 5x4 que encierra calor, las cosas que poseo, pero no llevo conmigo, las cosas que no me persiguen sino más que en el deseo de tenerlas inmóviles en la segura cárcel de la disponibilidad.

El día se marcha sin un discurso que sigue esperando en el anonimato.

lunes, 14 de noviembre de 2022

Jazz

 


La naturaleza interviene en el fondo oscuro y eterno de la noche lluviosa, dónde truenos causan destellos a la vista de la copa de los árboles, el frío se apodera de las calles que transpiran a moho y multitudes, dónde la torrencial tormenta aleja de las aceras a los despistados que pasean en la penumbra de la ciudad de luces transitorias. Enciendo un cigarrillo, el último de la noche en la esquina de un rincón por donde los automóviles pasan distantes, debajo de un nido de palomas dónde me recargo justo al lado de un ventanal en penumbra. 

Como pasa el tiempo pensando en los sonidos de un viejo jazz que acompaña tu recuerdo. Como la soledad en la escena de Nighthawks de Hopper en una cafetería que alberga comensales con el rostro despulido que aspiran a desaparecer la mañana siguiente; así los ríos de la avenida se llevan las hojas de las banquetas, por donde transcurrimos, la ciudad que grita ecos del aroma a muerte y el nacimiento del gran teatro de asfalto, las sirenas distantes gritando la huida de las calles y los parques que expelen su olor a tierra húmeda y la somnolencia de la carne, cuentos de romances tallados en el tronco de los árboles y el viento que se lleva con él, el humo de que se disipa. 

Aún caminando por las calles, el ruido de tus pasos, la luz de tu reflejo en los cristales y el constante recuerdo de tu piel en mis manos se convierte en cobijo al llegar la vela nocturna, una noche de Sax, un trago y el cielo que borra las fronteras de la ciudad. Donde el polvo y el vapor de las alcantarillas se mezclan nuestros olores, aquí en nuestras calles ociosas y tensas, jamás nuestras miradas, el bullicio de la urbe que separa de la música las páginas de esta ciudad y ahí en un rincón de nuestro recuerdo perdura el destello de las décadas del pueblo, los pasillos que recuerdan amores y crímenes que se disipan en el amanecer.   

Que desaparecen con la primera palabra al despertar, la que te trae conmigo en tu ausencia. 



domingo, 13 de noviembre de 2022

Autumn

 


Ojos pequeños que se fruncen en una seña de ternura, labios rojos sonriendo discretamente en diferentes tonos de luz, tus dedos cruzando mis mejillas al despertar de un letárgico sueño, suspiros que se ahogan en mitad de la noche, un sueño que se esfuma con la luz del ventanal en el nuevo horario que siempre discutimos; los días que parecen ya tan distantes en los que nos acercábamos con miedo y el hoy que termina con una conversación mirándonos a los ojos acostados a un lado del otro en medio del atardecer. 

Esos días convirtiendo todo alrededor en un momento que se asemeja más a un relato; convenciéndome cada día más en que habías llegado con el propósito de reencontrarme en algún lugar de este tiempo tan impreciso en el que dos personas debían de ser, tal vez el uno para el otro; y es que apenas iniciaba el otoño y el amarillo con verde no cambiaba entre la luz que cruza las hojas de los árboles y la heterocromía de tus ojos eran uno solo al caminar por la calle. 

Esas conversaciones en un café por primera vez mirando tus señas e involuntarias expresiones al contarte de escritos, de deseos y anécdotas; historias detrás de una pantalla y en medio de tu habitación; las noches en desvelo que nunca parece deben terminar, tú suave voz que me acompaña antes de dormir y el sentirme por fin afortunado al abrir los ojos después de eventos tan inesperados. 

El tu y el yo, lo nuestro que se convirtió en un te amo tan fugaz, tan sincero y que ha seguido acompañado de todos los días amaneciendo con el aroma de tu piel en mis hombros. Como pudiste traer contigo la nostalgia y el presente. Trajiste lo antiguo y lo nuevo a este presente con tantos cambios. la suerte que corrimos al no dejarnos pasar y el color que trajo este otoño que se diluye con nosotros todas las noches.  Las sonrisas y el abrazo que nunca termina.