Siendo la causa de los terribles desencuentros, la marea que lo cubre todo por la mañana y se conserva en el silencio al entrar a la habitación. Siempre las mismas miradas, el mismo pelo en las cabezas al atravesar el salón con rostros de espaldas, los mismos sonidos que tan de memoria conozco, los mismos gestos de la misma gente, todo en aquella rutina en la que se repite el mismo ritual, todo que parece el mismo destino todos los días.
Nota mental:
Miro sus ojos gris-verdosos-marrones sobre globos brillosos, su misma boca en
la fotografía todos los días por la mañana. Hablo contigo, río contigo y pienso
en ti en silencio.
El sollozo y las reacciones de la lastimosa
risa en estruendo cursan en la que duran dos horas, en las que mi hito va desvaneciendo a lo lejos, cada vez
más ajeno de este plano donde mis pies se mueven inquietos, donde se encorva mi
espalda al sentarse como queriendo alcanzar mi frente la superficie de la mesa, aquella sensación en la que se pierde la mirada y se esconden las sonrisas, miro la carpeta donde en el
cielo acuarela y la roca más grande en la que nos hemos sentado se sentía la
briza del bosque.
Nada parece poderse sentir sin
mirar, y nada se puede mirar igual sin tocarlo, el alma habla a través de lo táctil
y la energía convulsa se mueve a través de la mirada, pues los cuadros que vemos,
los colores que se mezclan en las paredes pintadas y las ventanas que iluminan los
pasillos, el diseño de los mosaicos en el piso, los objetos materiales (como
también pertenecen a la carne) son, sin embargo, manifestaciones del alma, ya
que el alma no puede manifestarse a nuestros ojos sino por medio de materia,
eso en una precariedad, pero también en una curiosa sutileza, una huella
por donde transitamos.
La materia que mueve materia
Camina con inercia, piensa por
inercia, por el empuje del tiempo, por el ayer que no fue sino consuelo de la
noche antes dormir. Come, grita, duerme (apenas), sueña (en terror), despierta
y continua, mirando, sintiendo en silencio.
La pieza de 5x4 que encierra
calor, las cosas que poseo, pero no llevo conmigo, las cosas que no me
persiguen sino más que en el deseo de tenerlas inmóviles en la segura cárcel de
la disponibilidad.
El día se marcha sin un discurso que sigue esperando en el anonimato.
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