Introitus
Cerraduras que reflejaban la luz de la ventana, sobrecogida entre las sabanas y un sueño profundo la encerraban en aquel cuarto, el ensueño y delirio, en este silencio detrás de la puerta, mi subconsciente muriendo en la esperanza de todos los días contados esperando sin dormir. Cada día más deteriorada, sintiendo los estragos de una mente desbordada, acallada, tan solo invadida por ideas que la vencen y no ceden, se apoderan. En el vacío de la oscuridad sigue habiendo voces, el silencio tiene su propio idioma, pero este solo es el atavío de la noche dedicado a aquellos que ya no temen al escrutinio de lo oculto. Entre paredes y puertas que te sepultan. Te corrompen en la luz perpetua. Te sugieren desatarte de las cadenas de la cordura. Con ellas las frases que solo insisten mientras yo callo.
Las miradas fugaces en los pasillos y el comedor siguen sin repetirse, siguen sin aparecer siquiera en sueños. Mientras la chimenea arde, bocanadas de humo salen de mi pipa, llevo en mano una pluma que tenía desde hacía aquel aniversario donde todo se torno rojo. Lacre quedó encarnado en las manos con los sellos del mismo color que ensucio el vidrio del espejo, donde tus venas se habían desterrado de su sepulcro, habías caído en el saco de lona cuyas puntas caían elegantes sobre tu pecho, un lastre sobre mis hombros desde entonces llevo. Tú juicio y el mio. Ascendemos de una historia complicada. El más exquisito de los seres humanos, tiene sus propias locuras.
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