Es en ésta cámara oscura y resonante donde calmo mis gritos. La concepción de mi propio escondite, el asilo de mis corazonadas, de mi desesperación. Sigilosa noche en la que me despido con un audio. Tal vez tarde. No he logrado mancillar con silencio mi inquietud, mis ojos me delatan, son una ventana abierta a las interpretaciones, los gestos de mi rostro se encuadran en un titulo fácilmente traducible. "No conozco un intelecto que constantemente sea feliz" leía de Einstein a su terapeuta mientras esperaba una llamada. Probablemente este cumulo de inquietudes sean artífices de un invento, uno que poco a poco ha desterrado en mi las ganas de levantarme.
Solo el sueño profundo me olvida a mi como sujeto y me hace más un personaje. He comenzado a pensar que me he cohibido al olvidar mis escritos, éstos plasmados en blanco que me hablan circunspecto, se construyen a partir de un confesionario en mi corteza y rayan en lo tétrico de mi aspecto. En este camino abierto y sin sentidos, se vuelve un absurdo entender el mundo. El corazón con sangre espesa es una carga que te reduce, te acumula un peso profundo, opresivo e indoloro. Pasan imágenes momentáneas e inquietantes del otoño anterior, la belleza inexplicable de un viaje con ella. La extraño tanto estando ambos tan cerca.
Llueven en anillos de pentano y iones iluminantes las superficies de éste cuarto, el microscópico mundo sobre tiempos pasados que nos transcriben, inervan, confieren razón que se duda así misma. Esos retratos y recuerdos espontáneos como un cumulo gris que nos sujeta, es aquí donde a falta de serotonina mi caprichoso y egoísta patrono me hace cautivo. La naturaleza orquesta en nosotros modos de sobrevivir a nuestra propia condición. El epítopo de un macrófago que después se consumió en su propia apoptosis.
He encontrado el preámbulo de una sola razón. Seguir viviendo.
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