sábado, 20 de enero de 2018

Pestis Brugana




Día 237

Mis experimentos siguen arrojando resultados que no considero fiables. No se trata de errores metodológicos: el problema reside en el material de investigación tan falible y burdo con el que me veo obligado a trabajar. A pesar de su promesa, Vserad no consigue proporcionarme suficientes especímenes razonablemente sanos para llevar acabo las pruebas. La mayoría del material se encuentra hambriento y aterrorizado, ya que es arrastrado hasta aquí directamente desde la mazmorra. Todos los días pierdo un tiempo precioso levantándolos y despiojándolos antes de permitirles poner un pie en mi laboratorio. La esterilización es lo primero.

Tal como consiguió demostrar Marti Sodergen en sus poco divulgados estudios, la actitud de un paciente bajo tratamiento puede tener un impacto muy significativo en la lucha contra la enfermedad Contraria contraiis curantur. Por desgracia, los voluntarios que se me proporcionan no muestran suficiente comprensión (Y mucho menos, entusiasmo) por el noble proyecto en que están participando. De hecho, parece que consideran la investigación parte de su castigo. He intentado convencerlos varias veces (aunque no soy buen orador) de que están contribuyendo a la erradicación de una de las mayores plagas que afligen a la humanidad. En todas las ocasiones tuve la seguridad de que no comprendían mis explicaciones, aunque quizás su estupor fuera simplemente fruto de las primeras fases de la enfermedad. 

Resulta evidente la imposibilidad de lograr el éxito sin sacrificios. La mayoría de ellos tendrá que sacrificar sus insignificantes vidas en el altar del aprendizaje, pero es un precio que estoy dispuesto a pagar, Non sibi sed ómnibus.




Día 346

Nunca me han gustado las ratas. No por el aspecto repugnante de las colas, sino por su inteligencia tan vivaz e irritante. Cuando uno habla para sí mismo, siempre parecen estar escuchando. Y, lo que es peor, también parecen comprenderlo todo. 

Hace unos días me sorprendí a mi mismo hablando con una de ellas. En concreto, con un macho de color negro de tamaño considerable al que le faltaba una oreja. Al principio temí que mi comportamiento respondiera a las primeras fases de la enfermedad, pero me di cuenta de que eso es imposible, ya que he reforzado mi inmunidad con poderosos ungüentos. Más tarde, concluí que había sido un reflejo natural que incluso a los más instruidos nos cuesta controlar. Al fin y al cabo, a los médicos nos gusta que nos escuchen.

He colocado a la rata en una jaula separada. De esa forma puede seguir formando parte de las pruebas, pero mientras tanto tendrá la oportunidad de observar y de hacerme compañía. He notado que observa con gran concentración las jaulas de los roedores infectados, en especial las que contienen ejemplares en las últimas fases de la enfermedad. Resulta muy interesante 

En cuanto a su compañía, es más que satisfactoria. Vserad evita el laboratorio y ha expresado su deseo de que también su hija se mantenga alejada de mi. Al principio pensaba que temía un escandalo moral, pero me explicó que siempre ha sufrido de una constitución física débil y que observar a los enfermos podría hacer que se viera afectada por los aires malsanos. 

Los campesinos que forman parte del estudio me han retirado la palabra. No sé que creen que van a conseguir con eso ni me importa: de todas forma, son unos conversadores fatales. Por supuesto, también está la mujer, pero en su caso intento limitar el contacto. 

Día 362

Mi rata negra ha muerto. Hoy la he encontrado hecha un ovillo en la jaula. Puede que se haya infectado por accidente, pero no he encontrado signos de enfermedad durante la autopsia, Natura ingenium disecta cadavera pandit. Además estaba bien alimentada. Es muy extraño. Su muerte es inexplicable desde el punto de vista clínico, lo cual debo admitir que inquieta al investigador que hay en mi. De todas formas, como ya he dicho no soy muy amigo de las ratas. 


Diario del mago Alexander, inspirado en los personajes de Andrzej Sapkowski.

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