Toque contaminado de la peste, valsas en un lago de inmensidades desalmadas. Siempre enigmático al caminar, “me pierdo entre la multitud” como frase favorita. Así se recubre un poeta, así como cuando nos desorientamos y vamos dándole sentido al porvenir. Un destino que elegimos y delegamos (a la vida) a su suerte; El vacio, insulsa nuestros secretos y entierra el pasado. Nos quedamos varados “que le vamos a hacer” en abandono, en esta circunferencia que nunca para. Para siempre, aborreciendo la estupidez, el largo de su corta vida y la ciega lucidez de su destrucción. Contribuí al desierto sin salida de los que seguían creyendo. Soñadores que solo podemos morir en esperanzas, no en las mentiras que cobijan a la ciega entrega. Solicitamos al dios eterno, descender al reino de los muertos y dejar la inmortalidad para pecar por el sentir fraterno.
Nacen aquellas tardes iluminando el suelo pérfido en que se humedecen las suelas, pasó por los charcos del suelo lodoso. Impregnados del hedor, del destino aborrecido, de las risas en el aire, los muertos (desgraciados). Huele a tierra mojada, huele a ternura el árbol dentro de la selva de asfalto. Un suspiro por el logro, por el logro instruido, por el cronos y el espacio. Desde el fondo en su matriz la de la mente intelectual que se impone a la existencia. Un sol radioactivo, destellando en un mundo muerto que solo existe para los que alquilan sus sueños a los que encapsulan la falsa integridad, ellos quienes desvirtúan la igualdad.
Miro al cielo. Estéril y virtuoso. La única tierra virgen. Aquí abajo me olvido, donde está el infierno.
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