Se escuchaba un ruido de motor forzado engarzado atreves del cielo, confinado en lo más recóndito de la bóveda obscura. Cegado por un vendaje cercano al de un vidente que afronta el superrealismo, conformando sus propias formas según el sonido le daba entender. Escuchó voces que se detenían por momentos, hablaban de la derrota y la vigorosidad que afronta un batallón de infantería. “… catorce vigilantes, diez patrullaban a pie alrededor de la comandancia equipados con M4 y M16, su objetivo se alzaba en la obscuridad. La misión, capturar dos comandos armados equipados con lanzagranadas, armas Ak47 y de calibre corto. Trasladarían 3 soldados que a la postre se entenderían como cadáveres de carroña…” Invadido en letargo le llevaba el pensamiento a un estruendo de fuego que solía conocer casi a su vez de un silencio en transcurso a la batalla. “La misión había fracasado, dieciséis militares asesinados a sangre bávara, el apoyo había sido desplazado y la noticia lo había dejado a postre de su derrota, abandonado al último de los honorables sargentos de la 312. “
Treinta y tres tiros dejó en una zanja acumulados por sí se presentaba el enemigo, decidido a prevalecer a la postre de su captura, comía una ración de suplementos partidos a la mitad, dos tragos de agua y un cigarrillo. Sabía que se avecinaba el infierno, el frio era despiadado por las noches y el calor atroz atasajando la piel y sus pupilas, vagando alrededor del pequeño oasis de ramas y de un árbol en el desierto, una región del Sajara, una a la que se referían como Teneré. Su esperanza sin embargo, era la que más lo abandonaba, atroz y temible era el desamparo a la virtud de su supervivencia, mantenía siempre envuelto el fusil en una toalla que se hacía áspera y azasmente ardiente bajo el astro del día. Perdido cada vez mas entre el silencio ponía aprueba su ideario, el fundamento donde el hombre trasciende su capacidad o duerme para siempre con el epitafio de desesperanza,repetida "La trinidad es un misterio, no puede ser conocida por la razón. Es una verdad revelada. Pone aprueba la fe." charlaba con su sombra caída la puesta de sol.
Hacían ya 4 días de su desaparición cuando se lanzó a la suerte del desierto. Con lo más necesario abandono su puesto, fugaz ante la perdición caminó entre alucinaciones que orientaban su causa, donde la claridad era un síndrome de muerte y la obscuridad le inventaba sus propios colores y delirios, mientras se ahogaba en sueños e imágenes que jugaban con su mente. Caminaba en la vereda obscura salpicada de sangre, a un lado de serpientes emplumadas y alacranes sin cabeza. Cada vez más cercano a los dioses ocultos que lo llamaban por su nombre, desde el fondo de la tierra fantasmas humanos se buscan, se pierden en arena, se pierden en amor...
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