viernes, 10 de junio de 2022

Postales




I
La verdad no es como la vemos, sino como la recordamos. No hay consuelo en la lejanía y la distancia sólo encarceló el deseo de romper las molduras de la historia contada a medias, y a pesar de esta prisión dónde encierro lo que fue, me cuento de vez en vez todas esas virtudes que te enaltecen y tanto temiste te endiosaran, siempre me ha hecho sentido que no hay desperfecto en pensarte así, en tu simpleza que te hace tan extraordinaria.  Y hasta en los más oscuros pasadizos de mi mente quién camina tras tus huellas, como Orfeo a Eurídice, descendí en lo más hondo y oscuro sin miedo a mirar atrás, camino a encontrarte en aquel lago. Todos los yermos enverdecen algún día, y he ahí en el rincón de ese recuerdo es dónde sigue esperando que Enero nunca termine. 

II
La maldición de la memoria, la del recuerdo no consagrado y esa maldita imagen que me ha vuelto a quitar el sueño. Me he tratado de convencer en que las palabras se vuelven cada vez menos. Y es que no es esta una carta intencional como una de tantas que se quedaron en su buzón, sino la necesidad de escribirle me despertó sin nada extraordinario que contarle (y aquí me tienes) con el suspiro que me ha vuelto a robar, motivo de sobra y de nuevo suficiente para traerme a la pálida pantalla hasta que la mañana disipe la penumbra de la noche.

III
Quizás algún día deje de esperar tan ansioso un reencuentro o tenga que aceptar el trágico final que acompañe esa lista de películas que perderán su magia sin ese hilo que aún queda entre ambos. Tal vez, el tiempo no vuelva a ser tan veloz para alcanzarnos. Tarde o temprano se terminó en un hasta luego; este mi susurro de noche. Un silencio pacífico y su tono de voz que se escucha al cerrar mis ojos.

IV
No puedo olvidarla, no puedo convencerme de que el destino es uno y los deseos son dimensionalmente tan distantes. Es probable que no vuelva a verla, sin embargo le dije te amo y ese es para siempre. 

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