Eres mi desesperación envuelta en
palabras. Eres la fase más tardía de mis omisiones y la cerradura de un baúl
que ya no está dispuesto a abrirse, porque el tiempo ha sido eterno en su
transcurso y la inmisericorde sensación que provocas cuando lo guardas, todo en
su interior se vuelve un olvido. Te encuentro fascinante aunque no me
pertenezcas, te encuentro fascinante aunque te encuentres lejos de mi alcance y
aunque sé que algún día pudiste ser la llave que rompe violentamente estas
líneas, siempre supe que nunca lo serías, porque tan cerca estuviste de serlo
que te dejé para un después nunca existente. El último día que te vi estaba
seguro, tras tus oscuros retratos que algo sucedía, no hay algo más narcisista
que retratar tu propio ego, como lo hacías en una pantalla. Ya no soy un ser
concorde, me he vuelto monótono, una cinta de escenas dispuestas a repetirse en
tono amable cada vez más frecuente. Y
eso me ha ido quitando el deseo de ser franco, cambiar de un día a otro no es
algo que me reconforte. Mucho menos arrebatarme en desesperación y comerme en
mis propias palabras, soy vanidad. Y a la vanidad respondo mis derrotas, como
el día de hoy me he derrotado y he vuelto con un discurso digno de lo que
escribo, un texto sin contexto ni situación, solo esencia de un secreto. Nunca
he temido decir tu nombre o el de muchas otras que han pasado tras de ti
en mis múltiples e incontables hojas a lo largo de mi
invención como escritor anónimo. Pero el silencio de tu nombre es importante,
para mi eres no más que una invención para tener aspiraciones, una de tantas
banalidades que necesito para estar cuerdo. Maldita maldición, que predomina en
todos pero que yo acepto e intento,
escribiendo destruirte. Mi pérdida, conciencia. Tan cobarde y humilde.
A veces lo provoco, a veces
provoco la furia para reconciliarme. Alguna vez, la recuerdo, esperando en el
barandal sola y sonriente hasta mi llegada, donde yo corría para tener un par
de minutos y hacerte de un día más, la primera imagen en tu mente antes de los
discursos tediosos en la clase. En un rostro oriental y cuerpo esbelto se iban
conformando en recortes finos una estatua que a mi antojo podía abrazar con
libre intención de moldear en mis brazos, la mujer que nunca estaría dispuesto
a olvidar. No eres la única, no lo has sido ni serás, pero sí una de aquellas
que especialmente he convertido en un objeto de deseo al azar. A veces no
existes y otras, te incluyo aunque no lo fuiste, en el lugar más privilegiado
de mis recuerdos.
Así un día llueve e inmerso en
toda esta intensidad salgo en busca de una coincidencia. Nadie como yo puede
presumir que ha tenido tantas, he ahí donde el destino cobra sus fortunas y es
que no te encontré y tampoco siguió la lluvia. Solo conseguí cafeína para
desarmar mis sensaciones de ansiedad y continué manejando hasta el siguiente
objetivo, que fue evocarte de nuevo, ahora. Con menos fortuna. Se va borrando
ese deseo de mi mente, no sé hasta cuando esté dispuesto a que aparezcas de un
de repente y me obligues, como esta vez a escribir. Pero, ya sin buscarte
esperaré y sí es posible algún día decirte. Lo estúpido que fui al ir a
buscarte sin esa llave que abre el baúl de mis recuerdos.
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