sábado, 14 de marzo de 2015

El baúl y la llave





Eres mi desesperación envuelta en palabras. Eres la fase más tardía de mis omisiones y la cerradura de un baúl que ya no está dispuesto a abrirse, porque el tiempo ha sido eterno en su transcurso y la inmisericorde sensación que provocas cuando lo guardas, todo en su interior se vuelve un olvido. Te encuentro fascinante aunque no me pertenezcas, te encuentro fascinante aunque te encuentres lejos de mi alcance y aunque sé que algún día pudiste ser la llave que rompe violentamente estas líneas, siempre supe que nunca lo serías, porque tan cerca estuviste de serlo que te dejé para un después nunca existente. El último día que te vi estaba seguro, tras tus oscuros retratos que algo sucedía, no hay algo más narcisista que retratar tu propio ego, como lo hacías en una pantalla. Ya no soy un ser concorde, me he vuelto monótono, una cinta de escenas dispuestas a repetirse en tono amable cada vez  más frecuente. Y eso me ha ido quitando el deseo de ser franco, cambiar de un día a otro no es algo que me reconforte. Mucho menos arrebatarme en desesperación y comerme en mis propias palabras, soy vanidad. Y a la vanidad respondo mis derrotas, como el día de hoy me he derrotado y he vuelto con un discurso digno de lo que escribo, un texto sin contexto ni situación, solo esencia de un secreto. Nunca he temido decir tu nombre o el de muchas otras que han pasado tras de ti en  mis múltiples  e incontables hojas a lo largo de mi invención como escritor anónimo. Pero el silencio de tu nombre es importante, para mi eres no más que una invención para tener aspiraciones, una de tantas banalidades que necesito para estar cuerdo. Maldita maldición, que predomina en todos pero que yo acepto  e intento, escribiendo destruirte. Mi pérdida, conciencia. Tan cobarde y humilde.

A veces lo provoco, a veces provoco la furia para reconciliarme. Alguna vez, la recuerdo, esperando en el barandal sola y sonriente hasta mi llegada, donde yo corría para tener un par de minutos y hacerte de un día más, la primera imagen en tu mente antes de los discursos tediosos en la clase. En un rostro oriental y cuerpo esbelto se iban conformando en recortes finos una estatua que a mi antojo podía abrazar con libre intención de moldear en mis brazos, la mujer que nunca estaría dispuesto a olvidar. No eres la única, no lo has sido ni serás, pero sí una de aquellas que especialmente he convertido en un objeto de deseo al azar. A veces no existes y otras, te incluyo aunque no lo fuiste, en el lugar más privilegiado de mis recuerdos.

Así un día llueve e inmerso en toda esta intensidad salgo en busca de una coincidencia. Nadie como yo puede presumir que ha tenido tantas, he ahí donde el destino cobra sus fortunas y es que no te encontré y tampoco siguió la lluvia. Solo conseguí cafeína para desarmar mis sensaciones de ansiedad y continué manejando hasta el siguiente objetivo, que fue evocarte de nuevo, ahora. Con menos fortuna. Se va borrando ese deseo de mi mente, no sé hasta cuando esté dispuesto a que aparezcas de un de repente y me obligues, como esta vez a escribir. Pero, ya sin buscarte esperaré y sí es posible algún día decirte. Lo estúpido que fui al ir a buscarte sin esa llave que abre el baúl de mis recuerdos.


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