sábado, 14 de julio de 2012

Un día como hoy




Llovía, los charcos de agua en el asfalto reflejaban las luces de la noche en la ciudad. Veía con atención, a lo lejos el reflejo de los puntos parpadeantes. Mientras marcabas, yo escuchaba un piano en arpegio sostenido y sosegante en mi momento silencioso, tal y como en ocaciones sucedía solo en momentos confidentes. Pasaban los coches, personas ocultas en su ropa grande y abrigada, sucedía como ayer que las estrellas escondidas hacían que necesitara de una voz arropadora, que me recordara una sonrisa en esa inmensidad a la que me llevaban esas noches, por las cosas que dejaron de tener importancia en ese entonces, por un momento siendo libre de hasta mi propia voluntad, sin cuerpo a las afueras, levantando gotas, caían una tras otra de gracia y naturaleza, polimorfas y unicaules formando cristalinos y brillando como diamantes con el jubilo oscuro de un silencio sonoro, algo dulce que decir, era normal mirar hacia la ventana, incluso siendo esta noche tan inesperada, tan necesitada. No llegó a mi la realidad sino hasta levantar aquella bocina ecosonora, cercana y para entonces oportuna; tratando de ubicarme a su vez en el espacio, conteste un hola, a tú voz alegre y tímida; miraba nuestra fotografía y me decías "te extraño" mientras servía café, reímos, nada ahora importaba tanto como tú cercanía al teléfono. Mientras tanto aquí me encuentro hoy, un día en el anhelo de reencontrarme con ella todas las noches.

Siendo su presencia como una aparición, en especial porque se comportaba la cercanía de otra misma completamente inesperada, relatado estaba previamente la coincidencia de su visita. De su bella concecuencia. 

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